Se despertó temprano.
Madrid aún bostezaba en las calles vacías, con olor a pan recién horneado y tierra húmeda.
Caminó hacia el Retiro.
El crujido de las hojas secas bajo sus pasos y el susurro del viento eran todo el sonido.
El frío le rozaba los dedos, pero era un frío limpio, de esos que también despiertan.
Pasó frente al Prado.
El edificio, cerrado y solemne, olía a piedra antigua,
a historias dormidas detrás de puertas selladas.
Se sentó en un banco.
Sacó el móvil del bolsillo,
abrió la aplicación de notas,
y escribió un par de líneas.
Nada perfecto. Solo palabras respirando.
Siguió caminando hasta una terraza pequeña.
Pidió un café solo, sin azúcar.
El aroma subió tibio.
Bebió despacio, saboreando el amargor.
La ciudad comenzaba a murmurar:
persianas subiendo, voces apagadas, pasos que rompían la calma.
Y pensó que la vida podía ser eso:
una pausa, un cuaderno invisible, un café sencillo,
un domingo que no corre,
que solo respira.
Mañana trabajo, se dijo.
Y sonrió.
No como quien se resigna,
sino como quien agradece tener algo que construir.
Terminó el café.
Guardó el móvil.
Y siguió caminando.
Madrid lo recibía con sus calles frescas,
sus olores nuevos,
sus sonidos suaves.
Cada paso era una forma de quedarse un poco más.
Este texto forma parte del reto literario propuesto por
para la comunidad hispanohablante.El desafío consiste en escribir siete microrrelatos en siete días, cada uno inspirado en una frase disparadora.
Este corresponde al día domingo, inspirado en la frase “Mañana trabajo.” Más información aquí.
Imagen: Vista de la fachada sur del Museo del Prado desde el interior del Jardín Botánico, de José María Avrial y Flores (Museo del Prado).
Una mañana tranquila en Madrid, capturada con paciencia y luz.
Entre árboles, flores y paseos lentos, el Museo del Prado se alza como un faro discreto de historia y belleza.
Así también fue este domingo para mí:
caminar, observar, agradecer.
Dejar que el arte de vivir empape los sentidos,
sin prisa, sin ruido,
sabiendo que mañana,
también,
trabajo.
Hay un concepto japonés conocido como "mono no aware" (物の哀れ), que basicamente significa tener empatía por las cosas que nos rodean, pero desde la melancolía y la aceptación de que el tiempo es efímero. Este sentimiento es lo que me ha transmitido tu texto. No es solo experimentar esa "conciencia plena" o mindfulness del que tanto nos hablan los profesionales de la salud, sino también reconocer el "tempus fugit" que marca nuestras vidas. Me pareció curioso que la protagonista de tu historia demuestre esa esperanza e incluso alegría de tener que trabajar al día siguiente. Honestamente, pensé que el disparador "mañana trabajo" daría lugar a una historia más... ¿frustrante? Pero es que, Simón, tú eres un artista que sabe transformar una única frase en algo mágico. En esta historia no hay movimiento, es un momento pausado en el tiempo, pero a la vez mantiene al lector atento porque le atrapa ese presente eterno descrito en el texto. A veces echo en falta estas descripciones tan minuciosas, donde cada palabra está en su lugar, en un poema que solo quiere inmortalizar un momento perfecto, en equilibrio. Creo que bebes mucho de lo cinemático, este poema podría ser un fotomontaje de un personaje que ha encontrado un momento de paz después de pasar unos meses, tal vez años, de lucha continua e intensa. Podría ser el final de una película, donde vemos a la protagonista enfrentándose a un mañana incierto desde la tranquilidad de saber que ella puede con todo lo que va a venir después. Has capturado un momento que muestra fuerza y determinación. Un momento que estoy segura de que tus lectores habrán sentido antes. Nos has hecho recordar que podemos ir al trabajo un lunes con una sonrisa en la boca.
Qué hermoso ha sido pasear por Madrid a través de tus ojos! Yo tengo un mal despertar, pero tu relato me ha reconciliado un poco con las horas matinales. Felicidades! ❤️🔥